fotografía de persona pixelada

Cuestión de imagen

Indicaciones sobre el uso y trato de las imágenes

Vivimos rodeados, hostigados, e incluso, anestesiados por las imágenes. Los seres humanos recibimos a diario cantidades ingentes de estímulos cargados de todo tipo de información, pero los porcentajes más elevados corresponden a estímulos de carácter visual. La vista es, de hecho, el sentido del que más dependemos, por eso es uno de los más analizados y del que mayor índice de datos se dispone; pero ¿hasta qué puntos somos conscientes del poder de las imágenes?, ¿les damos la importancia y el valor que realmente tienen?

 

 

«Encontrar» no significa «poseer»

A esos usuarios que dicen: «Me he «bajao» esta foto de internet para ponerla en mi proyecto»… Bueno, habría que advertirles de que pueden estar incurriendo en un acto feo, ilegal y denunciable. Esta falsa libertad de uso viene provocada, en gran parte, por el desconocimiento y por la comodidad que presta la pestaña «Imágenes» de los distintos buscadores que, además, por defecto, muestra los resultados en bruto –es decir, sin filtrar por licencia y sin atender a los derechos de uso y propiedad–. En conclusión, no por el hecho de estar en internet significa que sean ni libres ni gratuitas, tampoco significa que puedan modificarse o crearse obras derivadas a partir de ellas ¿Quién podría creerse que por el simple hecho de encontrar una imagen en internet dispongas de los mismos derechos que su autor/a? ¿Cuál es la hazaña? ¿meter un término en el buscador? Obtener una buena captura fotográfica o diseñar una imagen de calidad requiere tiempo, esfuerzo y dedicación y, para muchos, representa nuestro trabajo y medio de vida.

 

 

La buena noticia es que se pueden hacer las cosas honradamente y sin aprovecharse del trabajo de otros, bien a través de bancos de imágenes donde pueden adquirirse por precios y condiciones razonables bien a través de los numerosos directorios existentes en la red donde se ofrecen, por ejemplo, imágenes de Dominio Público o imágenes disponibles bajo licencia Creative Commons. Eso sí, para este último caso debe consultarse previamente los diferentes niveles de licencia porque cada uno tiene sus particularidades y hay que cumplirlas.

En cualquier caso, lo esencial de una imagen disponible en un banco o directorio de imágenes no es saber comprarla o descargarla –cualquiera es capaz–, sino saber elegirla. Hay que conocer bien el medio para decidir qué imagen alcanza el mensaje que quieres hacer llegar y localizar, de entre toda la oferta, cuál complementa mejor los contenidos a los que acompaña, además de una serie de cuestiones técnicas que también influirán en el resultado final. Los conocimientos en la materia son fundamentales para conseguir que las imágenes se muestren en todo su esplendor.

 

 

Como dice la máxima, «La foto es el producto»

Se trata de que las fotografías que componen tu catálogo conquisten la mirada y acerquen el producto lo máximo posible al usuario. De hecho, el primer contacto que la persona interesada va a tener con un producto será a través de las imágenes, luego, si quiere, se pondrá a leer. Dicho de otro modo, las imágenes son la conexión más directa que el usuario va a tener con lo que estás ofertando o vendiendo.

Una mala fotografía puede deprimir las ganas de comprar. Sin embargo, cuando las fotos son consideradas de forma homogénea es cuando comienza la ‘magia’ visual. Es esa sensación de orden, claridad y limpieza que resultan de un plan donde todo está pensado y en el que todo recibe un tratamiento adecuado y dirigido, ya no solo para describir tu producto sino también enganchar al usuario y hacer de lo que vendes algo apetecible e, incluso, convincente. En el diseño web, especialmente en tiendas online y catálogos de producto, es vital crear desde el principio un sistema coordinado de fotografías. Desde nombrarlas correctamente para evitar conflictos, pasando por darles un estilo común y adaptarlas a su formato correspondiente, hasta optimizarlas para que no pesen en exceso cuando estén publicadas. Todo esto, como decimos, debe responder a un guion global. Un error bastante extendido es tratar cada fotografía como un ente individual sin tener en cuenta el conjunto, más aún cuando van a compartir un mismo espacio, como es el caso de cualquier catálogo.

El avance tecnológico ha provocado que la tendencia natural de las páginas web sea presentar imágenes de gran tamaño y calidad. Para ello, hay que tener presente todo tipo de dispositivos y resoluciones. Trabajar con imágenes que se visualizarán en grande puede producir el ‘efecto lupa’, es decir, que las imperfecciones de la imagen se disimulen peor y que las pequeñas irregularidades se evidencien, por eso hay que tratarlas con mayor esmero.

Los sistemas de autogestión web tienden a facilitar la subida de contenidos fotográficos, no obstante, el sistema adapta los contenidos visuales de forma automática así que, en muchos casos, es imprescindible contar con una mano humana y profesional detrás. Por poner un ejemplo ilustrativo: no es lo mismo obtener una traducción de texto mediante una herramienta de idiomas automática que a través de una persona experta en traducciones que aporta sensibilidad y coherencia a las palabras, revisa las expresiones y aplica un sentido más profundo a todos los contenidos.

 

 

Antes y después de una captura

En una fotografía influyen múltiples componentes ambientales y técnicos: condiciones de luz, ruido, contraste y brillo, equilibrio de color, composición, escena, calidad y nitidez… Hay que tener presente que «momento que se va ya no vuelve», por eso es decisivo dedicarle la máxima atención y consciencia a cada captura.

La madre de todos los corderos es el tamaño y la resolución. Aquí el tamaño no solo importa sino que es crucial. Una imagen pobre en tamaño y resolución nunca podrá aspirar a hacerse grande sanamente. Hay que asumirlo desde el principio, será “pequeña y mala” para siempre. Este es un condicionante definitivo de cara a su aplicación en los diferentes medios porque limitará drásticamente sus posibilidades de uso y afectará al resultado de lo que se está presentando.

Cuestión de peso. Prepararlas de manera inadecuada para el medio online tiene como consecuencia aumentar innecesariamente los tiempos de carga de la web, algo nada recomendable tanto para los buscadores como para el usuario, quien puede decidir marcharse de la página. El usuario en internet gusta de lo inmediato y suele tener poca paciencia. Por aportar un dato, más de la mitad de las visitas abandonan los sitios web que no se hayan cargado en cuatro segundos como media, de ahí que la velocidad de carga sea vital para su rendimiento y su éxito.

Acabados. Salvo casos excepcionales, es mejor reservarse los filtros predeterminados para álbumes de uso personal. Por mencionar uno, el filtro vintage, además de ser una hartura, es contraproducente porque puede provocar que tus productos parezcan extraídos de algún siglo pasado. Según un estudio, los filtros que aumentan la saturación de colores y acentúan el contraste son más propensos a obtener imágenes atractivas, sin embargo, hay tener cuidado de no estar disfrazando ni alterando las características reales de un producto. Pueden optimizarse, sí, pero con criterio.

 

 

Di «NO» al maltrato de imágenes

Si concibiésemos cualquier imagen como un ‘ser vivo’ entenderíamos que cada vez que la deformamos, estiramos, achatamos, distorsionamos… está sufriendo una tortura. Se trata de que los cambios de tamaño –más pequeña, más grande o prepararla con otro formato– se hagan respetando su proporción entre ancho y alto para mantener su equilibrio natural. Por ejemplo, si para que se adapte al formato de una tienda online fuerzas la fotografía ‘hasta el infinito y más allá’, se producirá una ruptura con la realidad y el usuario ya no tendrá una referencia visual fidedigna de las proporciones del producto.

 

 

Concluyendo

En cualquier caso, y como colofón final, nuestro consejo es que seas exigente con el contenido visual que forma parte de tu proyecto, ya sea para soportes impresos como para medios online. Si lo que estás buscando son resultados sólidos, congruentes y capaces de dejar huella, lo mejor es contar con un profesional que te asesore y resuelva las diversas necesidades que vayan surgiendo en el transcurso y desarrollo de tu proyecto. Para eso, precisamente, existimos los diseñadores/as gráficos.

 

 

Gracias por leernos tan atentamente,
Amaya y Sergio – Minimizán

Amaya Oyón

Diseñadora gráfica de corazón, vocación y profesión. Desde 2009, poniendo imágenes a las palabras y palabras a las imágenes, aquí, en Minimizán. Cuando me da la turruntera escribo sobre las vicisitudes de esta disciplina.